El muñeco de sal
Érase una vez un muñeco de sal. Había andado mucho por cálidas tierras y áridos desiertos. Un día llegó a la orilla del mar. Nunca había visto el mar; por eso no acertaba a comprenderlo.
‑ «¿Quién eres?», preguntó el muñeco.
‑ «Yo soy el mar», respondió éste.
‑ «Pero... ¿qué es el mar?», volvió a insistir el muñeco de sal.
‑ «Yo», respondió el mar.
‑ « No entiendo», musitó tristemente el muñeco.
Luego añadió:
‑ «Me gustaría mucho comprenderte. ¿Qué he de hacer?».
‑ «Es muy sencillo: tócame», le contestó el mar.
Y tímidamente el muñeco de sal tocó el mar con la punta de los dedos de los pies. Comenzaba a comprender el misterio del mar..
Pero de improviso se asustó al darse cuenta de que las puntas de sus pies habían desaparecido.
‑ «Mar, ¿qué me hiciste?», preguntó llorando el muñeco de sal.
- «Me has dado algo para poder comprenderme», contestó sencillamente el mar.
El muñeco de sal se quedó largo tiempo pensativo... Luego comenzó a deslizarse lenta y suavemente en el mar, como quien fuera a realizar el acto más importante de su vida de peregrino. A medida que entraba en el agua, se iba deshaciendo, diluyendo... poco a poco...
Al tiempo que seguía preguntándose:
‑ «¿Qué es el mar, qué es el mar?»...
Hasta que una ola lo absorbió por entero. En ese momento final, el muñeco de sal hizo suya la respuesta del mar:
‑ «Soy yo. Yo soy el mar».
¿Por qué nos llevamos casi toda la vida preguntándonos cosas que sabemos que son difíciles de responder si luego no hacemos nada para averiguarlo? Solo si ponemos de nuestra parte y luchamos ante la adversidad, solo así encontraremos algunas respuestas, aunque no nos gusten, pero por lo menos no dirán que no hemos luchado por lo que queríamos. Lucha cada día por lo que quieres y veras como el tiempo te dará lo que querías.